Mucho están hablando ahora los taurinos del respeto a la libertad, del respeto a las minorías. Y es que parece que por fin ya no se atreven a discutir que más del 70% de los catalanes no quiere saber nada de la tauromaquia.
Parece que ya han asumido que “la fiesta” es un acontecimiento solo para una minoría. Y como minoría exigen respeto para su minoritaria “afición”.
Pero como el argumento se les queda corto enarbolan la bandera del “respeto a la libertad”, incluso algunos entonan el tan manido tópico de “prohibido prohibir”.
Minorías hay muchas, por ejemplo, los fumadores empezamos ya a ser una minoría en vías de extinción, una minoría que ve como año tras año, ley tras ley, prohibición tras prohibición, se le va acotando y restringiendo el espacio en el que puede ejercitar su afición a fumar. Sí, ya sé, fumar perjudica la salud, y nada más lejos de mi intención que hacer apología de la afición al tabaco, sin embargo no puedo evitar pensar en 1.980 cuando a mis 20 años, la sociedad, la tradición social, me inició en esto que ahora es un terrible y execrable vicio.
Y es que si hace 29 años fumar en la oficina, en los edificios oficiales, en los aviones, incluso en el ascensor, estaba permitido y nada mal visto, ahora es una especie de lacra social, y los fumadores una especie de leprosos que hay que ir repudiando de todo espacio público.
¿Dónde está el respeto a la libertad?, ah, claro, es que el respeto a la libertad de los fumadores choca frontalmente con el respeto a la libertad de los no fumadores. Y llegados a este punto en que para que unos gocen de su libertad otros tienen que renunciar a la suya, ¿que hace el estado?, ¿que hacen los políticos?, pues lo que deben hacer, legislar.
Porqué legislar no es otra cosa que educar. Legislar es validar aquello que socialmente es aceptable, y condenar aquello que no lo es. Legislar es en muchos, muchísimos casos, prohibir. Si siguiéramos al pie de la letra aquello de “prohibido prohibir”, no existirían las leyes.
El respeto a las minorías está muy bien, pero para que tales minorías sean merecedoras de respeto es imprescindible que sus actos, sus aficiones, sus gustos, sean aceptados mayoritariamente por la sociedad, y no hablo de que sean compartidos mayoritariamente, hablo de aceptación y respeto.
Los fumadores hemos pasado de ser mayoría, a ser minoría, y hemos pasado de ser socialmente aceptados, e incluso bien vistos, a ser una especie de carcinoma andante, una versión moderna de los apestados de la edad media. Y es que las sociedades avanzan. Lo que ayer era bueno, hoy puede no serlo. Lo que fue un hecho socialmente aceptado y fomentado, es hoy motivo de múltiples prohibiciones.
Hay que aceptarlo porqué vivimos en democracia, y ello no implica precisamente que cada cual pueda hacer lo que le plazca, implica que hay normas y leyes, y hay que respetarlas.
En este punto más de un taurino debe estar pensando que no puede compararse el tema del tabaco, que afecta a derechos de personas contra otros derechos también de personas, con el tema de la tauromaquia, que en principio afecta a los derechos de unas personas contra los derechos de los animales. Incluso habrá quien tirando de manuales de filosofía plantee la conveniencia de dotar de derechos a los animales, y podríamos entrar en disquisiciones bizantinas e interminables sobre derechos y deberes. Pero la realidad se impone. Y la realidad es que desde 2003 la ley catalana ya dota de derechos a los animales.
Pero es que al margen de los derechos de los que ya gozan los demás animales, para poder establecer el límite a la libertad individual o colectiva, en el caso de la tauromaquia, también hay que tener en cuenta el grado de aceptación o rechazo del resto de la sociedad. Y en estos momentos la sociedad, de forma mayoritaria, ha evolucionado en su percepción ética respecto al trato que hay que dispensar a los animales. La sociedad exige que se les dispense un trato digno.
Es por ello que Catalunya ya aprobó su ley de protección animal, una ley pionera en todo el estado, pero como suele pasar en muchas ocasiones la ley quedó coja. Y sin duda lo hizo porqué en aquel momento, y por motivos obvios que no hace falta reproducir, los políticos no tuvieron, o no se atrevieron a tener, la percepción de que el toro era merecedor de quedar amparado por la nueva ley.
Sin embargo a día de hoy es la sociedad civil catalana la que está solicitando mayoritariamente a los políticos que eliminen dicha excepción, porqué entiende que el toro es un animal, porqué no entiende que las peleas de gallos y perros sean ilegales, pero un espectáculo en el que se tortura y da muerte a un toro sea, no solo legal, sino que además goce de las más variopintas subvenciones públicas.
También había una notable afición a las peleas de perros y gallos. Al entrar en vigor la ley también hubo personas que se quedaron sin su diversión, sin su afición y sin su negocio. ¿Habrá alguna diferencia entre un perro o un gallo, y un toro?.
Es un tremendo contrasentido intentar educar a nuestros menores y jóvenes en el respeto hacia la naturaleza y los seres vivos que en ella habitamos, y permitir que se sigan produciendo eventos públicos en los que para disfrute y enriquecimiento de una minoría, se cause sufrimiento a un ser vivo, a un mamífero. Es una tremenda perversión moral que evidentemente tiene sus consecuencias. Por un lado la cosificación del animal, por otro una peligrosa insensibilidad hacia el sufrimiento del animal que sin duda va calando en los más jóvenes
Esta es la disyuntiva a la que se enfrentan nuestros políticos; los diputados y diputadas del parlamento catalán.
En este sentido nuestros parlamentarios tienen ante sí un cambio social profundo. Un cambio que ha dejado a la tauromaquia agonizante. En una agonía largamente prolongada mediante subvenciones. Una agonía artificial que no acabará en encefalograma plano mientras se la mantenga a golpe de talonario. Los aficionados no son suficientes como para que la actividad se sostenga por sí sola, algo totalmente opuesto a lo que pasa con los clubes de fútbol, reconvertidos en sociedades anónimas.
Y como algunos no quieren aceptar el cambio ético de la sociedad, lo disfrazan de independentismo, y no quieren darse cuenta que entre siete y ocho de cada diez personas no entienden que para goce y disfrute de unos pocos se destinen tantos recursos públicos, no entienden que la cultura o el arte se asocie al sufrimiento de un animal.
Ya sabemos que la sociedad siempre va un paso por delante de las leyes, en mano de nuestros políticos está el llegar a ese equilibrio necesario entre una y otras. La Juventudes Socialistas han sido muy claras en las decisiones que han adoptado. Nuestros jóvenes socialistas no quieren que la tauromaquia se perpetúe. En manos de sus mayores está entregarles el testigo con este tema resuelto, en nuestras manos está el acercar las leyes a aquello que ellos quieren para dejarles un mundo más acorde a su moral.
Podemos esperar a que ellos tomen el relevo para que acometan esos cambios, pero mientras tanto miles de toros seguirán sufriendo cada año un dolor innecesario e inmerecido, y aquellos que ya no somos jóvenes tampoco lo vamos a entender.
La pelota está en el tejado de nuestros políticos, y la sociedad permanece muy atenta a aquello que vayan a decidir. Queremos saber quienes son dignos representantes de nuestro sentir, porqué ello trazará el mapa que regirá los resultados de las próximas elecciones al Parlament de Catalunya.
1 comentari:
Bravo señor Marco, muy bien escrito TODO
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