Evidentemente no es de recibo estigmatizar a todo un pueblo por la actitud de algunos de sus pobladores. Yo estoy convencido que las gentes de Ampuero son mayoritariamente personas de carácter abierto, cordiales y amigables con aquellos que los visitan. Sin embargo la imagen que dio Ampuero ante la visita y manifestación de 50 personas que libremente, y amparadas por el derecho a la libre expresión que reina en nuestro país, decidieron protestar por los encierros y corridas que se celebran cada año, dista mucho de ser amigable, o como mínimo, respetuosa.
Parece ser que un nutrido grupo de Ampuerenses, entre los que al parecer se encontraban un buen número de pertenecientes a la Peña taurina El Burladero, increparon, lanzaron piedras y huevos, rompieron cristales del autocar, e incluso llegaron a las agresiones físicas contra los manifestantes, para así mostrar su profundo malestar ante un ejercicio de normalidad democrática, la libre expresión de repulsa ante unas costumbres que los manifestantes consideran crueles con los toros.
Amaya Fernández, presidenta de la peña taurina, ha afirmado en algún medio de comunicación que los manifestantes los provocaban. Dicen que no ofende aquel que quiere, sino solo aquel que puede. Cuando alguien tiene la clara conciencia de hacer lo que debe, aquello que está bien, no suele sentirse ofendido o provocado por la crítica, simplemente sigue su camino, porqué es el que entiende debe seguir.
Esta reacción violenta y desmesurada ante una humilde manifestación de medio centenar de personas, no hace más que confirmar que los aficionados al sufrimiento taurino, a la utilización de animales para su disfrute y divertimento, tienen poca fe en la bondad de su afición. Saben que los que protestan son moralmente más evolucionados, personas con una ética más elevada, y esto les puede, les revela, y les hace perder los papeles.
Es lamentable el espectáculo ofrecido, y muy a pesar de aquello que sin duda debían pretender quienes se oponían a la manifestación, no hace más que reforzar la imagen de que aquellos que disfrutan con el sufrimiento de un animal, aquellos que no dudan en ensalzar la belleza de un acto de violencia contra un ser vivo, no dudan en utilizar la violencia con aquellos que alzan su voz en contra de sus costumbres.
El día en que nadie se divierta a costa del sufrimiento de ningún ser vivo, el día en que nadie utilice a ningún animal como si de un mero objeto se tratase, el día en que nadie dude del derecho a la dignidad de cualquier animal, ese día, nuestra sociedad habrá dado un paso firme hacia su propia dignificación.
Mientras tanto, aconsejo a aquellos que se niegan a abandonar ciertas formas de diversión, a aquellos que no quieren reconocer el derecho de cualquier animal a disfrutar de una vida y una muerte dignas, que como mínimo se comporten como personas civilizadas, y no proyecten contra los que no piensan como ellos, la misma violencia que no dudan en aplaudir y vitorear en la plaza cuando es utilizada contra un toro.
Carles Marco Morellón
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