Hasta los criminales más sanguinarios son reducidos intentando no quitarles la vida. En más de una ocasión esta premisa de los cuerpos y fuerzas de seguridad, que prima la seguridad del detenido por encima de la del policía, ha costado la vida a algún agente.
Pero como pasa en muchos otros ámbitos de nuestra sociedad, los animales son un punto y aparte. Cualquier ser humano, por más deleznables que sean sus actos, aunque se trate de un ser de violencia y crueldad extremas y contrastadas, tiene derecho a ser detenido sin poner en peligro su integridad física, aunque dispare antes de hablar.
Los hechos acaecidos en la Senia, con la muerte a tiros de un perro de gran tamaño, que en un principio fue confundido con una leona, no hacen sino demostrar algo que ya se sabe desde hace tiempo, que los animales no gozan de los mismos derechos que los seres humanos.
Se podría discutir mucho sobre si un animal es merecedor de unos derechos, sobre todo según la zona en donde nos encontremos, pero es que en Catalunya tal discusión ya no tiene sentido. La ley Catalana de protección de los animales otorga a todo ser vivo una naturaleza mixta por la que, sin recibir la consideración de persona, se le confiere un estatus distinto de las cosas. Se le supone la capacidad de sentir y sufrir, y es por ello que se le otorgan unos derechos muy claros, entre los que se cuentan el derecho a la vida.
Creo que solo aquellos que tenemos una sensibilidad especial respecto a los animales, y que en un momento determinado nos podemos plantear la culpabilidad de un animal abandonado, hubiéramos alzado nuestra voz si el perro abatido a tiros hubiese atacado a algún niño, hubiese intimidado a algún paseante, o tuviese una actitud claramente agresiva. Pero es que en este caso el único delito de este desdichado fue el de buscar alimento en un contenedor lleno de pollos muertos. A nadie se enfrentó. A nadie atacó. Solo huía del ser humano y buscaba comida para no morir de hambre.
No entiendo la postura que adoptaron los mandos del dispositivo de búsqueda, máxime cuando varias asociaciones se habían prestado para ayudar a capturarlo y para hacerse cargo del can.
Supongo que estamos ante otra muestra más del inmundo trato que nuestra civilizada y avanzada sociedad confiere a los animales. Seguramente utilizado por algún dueño sin demasiados escrúpulos, abandonado cuando ya no servía para cumplir su cometido, y finalmente abatido a tiros por aquellos que deben velar por la protección de la naturaleza.
Cualquier persona abyecta y desalmada goza de mayores derechos que un pobre perro abandonado que a nadie ha dañado. Cada vez estamos más lejos de esa Europa avanzada a la que decimos pertenecer.
Si esto pasa en Catalunya, donde nos vanagloriamos de tener una de las mejores leyes de protección animal, ¿cómo nos echamos la mano a la cabeza cuando en otros lugares, con leyes menos avanzadas, ahorcan a los perros?.
Este hecho debe servir de debate en Catalunya, y por supuesto, debería también servir para depurar responsabilidades y trazar las líneas marco de las que nadie debería desmarcarse. Si esto no sucede, el sacrificio de este pobre perro habrá sido en vano.
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